Este mes han sucedido muchas cosas en el pueblo, en Rascanter. Una de ellas comienza con otro ataque más de la banda de Olivillo, esta vez no contra algo de lo que pudieran sacar mucho beneficio, sino contra un local en el que habían montado una especie de de clases particulares para niños pequeños. En esta ocasión, la banda no dudó en atacar de día. Entraron en las clases, pero esta vez llegaron a algo mayor, no era el dinero que allí había lo que querían en realidad, sino un rescate. Y digo un rescate, porque se habían dedicado a secuestrar a los niños pequeños – de entre 6 y 10 años – que intentaban aprender en dichas clases.
Nada más entrar, Olivillo que siempre iba el primero, quedó boquiabierto ante la belleza inconfundible de una de las profesoras. Olivillo se había enamorado, pero en que situación…
El jefe de la banda quería abortar la misión, pero había mucho dinero en juego. Pensaba que un amor podía durar muy poco y que con esa cantidad de dinero que pedirían por los niños, tendrían cubierta una buena temporada sin cometer robos o cualquier otro delito. Pero era imposible dejar de mirar a aquella joven de un metro setenta y cinco aproximadamente de estatura, rubia al igual que Olivillo, con dos ojos que parecían dos soles, de color azules, una sonrisa que deslumbraba al paso y un cuerpo de chica diez. Todo esto se volvió en contra cuando la chica vio entrar a aquella panda de desalmados, que no tenían piedad metiendo a los niños en una furgoneta que traían. La chica se quedó paralizada, mientras que Olivillo no pudo hacer nada más que pedirle perdón. Ese hombre con tan poca consideración con los demás, que lo hacía todo a la fuerza y sin consentimiento de nadie, resultó ser una persona que también tenía corazón detrás de ese gesto tan solitario. Era más o menos una persona normal, y digo más o menos porque una persona normal no roba ni secuestra niños. El caso es que Olivillo se había enamorado.
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